En la época en que estudiaba en la escuela Básica Briceño Méndez, Punta Brava tenía varias bodegas, puedo recordar, en orden desde la entrada hasta la plaza Bolívar, la del Sr. Pedro La Cruz, luego estaba la del Sr. Duilio Abreu, la de Rafael "Mi Mercadito", al otro lado de la casa la del Sr. Evangelista y un poco más abajo "El Huequito" del popular Catalino. Esta última era la que abría más temprano, creo que como a las cinco de la mañana.
Los días de fiesta y fin de semana, en especial los domingos, todas las bodegas se llenaban de gente que venía de los campos a hacer sus compras de víveres: el aceite, la mayonesa, el pescao salao, las sardinitas, la pasta o fideos, el chimó envuelto en cascaron que se me parecían a los cartuchos de una ametralladora y muchas cosas mas.
Según cuentan, la casa número 12 donde vivíamos fue construida para ser otra bodega mas, y tenía la particularidad en un comienzo de sólo tener tres puertas, nada de ventanas, años después fue modificada la puerta del medio por una ventana con barrotes de madera, pero la ocupamos como casa de vivienda y lo que era el salón dedicado a la bodega terminó siendo un enorme cuarto que compartía con mis hermanas y un montón de libros.
Un domingo tratamos de abrir la puerta principal de la casa, pero nos sorprendió que al halar la puerta, una fuerza extraña la volvía a cerrar, por un momento pensamos que alguien nos estaba jugando una broma pesada, pero cuando pudimos medio abrir la puerta, vimos con asombro que alguien había amarrado un burro en la puerta de la casa. El dueño del mencionado pollino , estaba haciendo su mercado donde Rafael, quien se dió cuenta de lo que estaba pasando y le aviso al dueño del animal para que nos dejara salir.
A la hora del mediodía era fijo que a mi hermana o a mí nos mandaran a buscar un refresco para el almuerzo. Con una familiar nos alcanzaba para cuatro, sólo 750 cc. Una vez a la semana subían para Torondoy el camión de la cerveza y el de los refrescos. Pienso que por la ubicación estratégica de la casa 12, en el medio de todas las bodegas, el camión del refresco siempre se paraban frente a la casa. En esos días, cuando me mandaban por la familiar, sólo me bastaba abrir la puerta, mirar hacia arriba, hacia abajo, estirar la mano y listo, ya teníamos el refresco para el almuerzo.
Estas bodegas ya no existen en Punta Brava, hay nuevos negocios. La del Sr. Pedro La Cruz creo que es un cuarto más de la casa de la familia La Cruz, la del Sr. Duilio, ahora es una ampliación de la sala de la casa. La de Rafael es ocupada por la Sra. Carmen y su venta de empanadas, de las de Catalino y Evangelista queda nada.
domingo, 28 de junio de 2009
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