Quizás como lo ven, así era mi pueblo hace 33 años cuado mis padres llegaron a trabajar a Torondoy, casi no ha cambiado nada. Es una característica muy particular en la actualidad, cuando todo cambia tanto y tan rápido. Precisamente ahora no me encuentro allá, pero no les puedo negar que el escenario de mis sueños siempre es este paraje fabuloso lleno de majestuosos colores con el que la naturaleza lo pinta, del calor con el que su gente se abriga en las mañanas andinas y de muchas cosas más que quiero compartir con todos ustedes.
Torondoy está ubicado en la zona sur del lago de Maracaibo, pero no crean que hace calor, junto a otros pueblos está ubicado sobre los mil metros de altura y en una época fue la puerta de entrada a Mérida desde el puerto de Gibraltar. Hoy esa puerta sigue abierta como Parque Nacional para todo aquel que quiera estar en contacto con nuestros bosques nublados y páramos andinos.
La parte central del pueblo está formada por no más de cinco cuadras si unieramos varias cuadras "mochas" que la topografía del terreno permite dibujar. Desde la entrada del pueblo hasta la mitad de la plaza Bolívar se llama Punta Brava y de allí hasta el puente de la quebrada la Botijuela se le llama la Veguita, el origen de los nombres no me lo sé, no me caracterizo por ser investigador, pero puede que algún día les diga.
Como buenos andinos durante el mes de mayo se hacen las fiestas en honor a la Cruz de Mayo, recuerdo las competencias entre Punta Brava y La Veguita para ver quien lanzaba más globos de papel y cuan lejos llegaban, los más arriesgados los rescataban en las montañas vecinas cuando el viento jugaba con ellos.
El proceso de fabricación es muy delicado, pues el papel de seda, usado en este arte, es muy frágil y casi siempre se buscaban las casas con salas grandes o patios de secado de café con piso requemado para proceder a pegar las tiras de papel con engrudo para armar el globo.
Entre los que armaban los globos que garantizaban su vuelo estaban los de Raúl y Nilo, Punta Brava claro está, se me olvidaba decirles que vivía en la casa número 12 de la Avenida Bolívar en Punta Brava. Si, así como lo están leyendo, en esas casi cinco cuadras tenemos dos avenidas, la Bolívar y la Justo Briceño. La hora de echar los globos era después de las cuatro de a tarde. Toda la gente se reunía en las esquinas, unos para ligar que todo saliera bien, otros para ver como se quemaba todo ese papel. A veces lo más difícil era conseguir el combustible apropiado para la mecha que le daría al globo el aire caliente necesario para elevarse. El ideal era la trementina, pero por casi siempre se usaba el gasoil, o gasoi como le decimos.
El tamaño de los globos varía mucho, pero el promedio está por los seis metros de altura, de tres puntas, de cuatro, media luna, todo un tapete de colores con el papel de seda. Para lanzarlos entre seis y ocho personas al comienzo lo toman con mucho cuidado por las puntas, luego se mete aire caliente y a medida que se va inflando, se requieren menos ayudantes hasta que al final el globo, despegándose de la tierra, es despedido con un pequeño empujón.
He querido comenzar con esta historia de los globos en este viaje por Torondoy en las montañas andinas.
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