domingo, 28 de junio de 2009

La cometa de helecho

Para la época de Semana Santa, es costumbre en Torondoy rescatar juegos típicos como el trompo, las metras y las cometas. Éstas últimas son llamadas en otros lugares papagayos o petacas. Desde niño siempre me llamó la atención el vuelo de estos artefactos, que sujetados a tierra firme parecieran querer salir volando, o como si el viento en ocasiones se las quisiera quitar a lis niños para ponerse a jugar con las cometas.

Para volar las cometas en Torondoy había que abandonar el centro del pueblo, pues la cantidad de cables que salen de los postes de luz hacen difícil el despegue de las naves de papel.

Entre los sitios buscados estaban el Filito, el Plan de Justo y otros más, pero el sitio donde la montaña cortaba el viento y lo hacía moverse más rápido era el Filo del Zamuro o Filo de la Chiva, ubicado hacia el este del pueblo, en la vía hacia San Rafael. Yo lo llamo del Zamuro porque allí ésta aves acostumbran hacer sus nidos, en cambio del mamifero ni los pelos he visto en Torondoy.
Mis padres me regalaron una cometa, era plástica de color azul transparente. Una tarde me fui con unos amigos al Filo del Zamuro, cada uno había sacado de sus casas los rollos de pita que sobraron de las hallacas de diciembre, sabía que íbamos a necesitar bastante cordel.

Yo no había probado mi cometa nueva, fue cuando comencé a lanzarla que me dí cuenta de que tenía problemas de equilibrio, la cola no se veia nada bien. El viento soplaba muy fuerte, mi cometa azul estaba a pocos metros de altura cuando de pronto dio un giro tremendo perdiéndose detrás del filo. Me asomé con cuidado sujetándome de algunas piedras y la vi atrapada entre unos helechos, aún estaba sujeta al cordel, pero al intentar halarla se reventó.

Ya sin cometa comencé a buscar quien tenía unas varitas de verada para hacer una nueva, pero no conseguí. Me decían los amigos que en unas fincas un poco lejos de Torondoy habían como arroz. Pasaron los días y seguía sin tener cometa. Una de las cosas que más recuerdo de mi casa es la cantidad de libros y revistas que tenían mis padres. Según, alguien les recomendó cuando su iban a mudar a Torondoy para dar clases en el 75 que se apertrecharan con unos buenos libros y buena música, así que poco a poco se hicieron de muchas colecciones de libros y revistas de todo tipo.

Un día, hojeando una revista, encontré un artículo sobre las cometas, que casualidad, donde se mostraban muchos modelos de cometas de otros países, le puse el ojo a una de origen chino, era de forma rectangular con un orificio circular en el medio. Quería hacer esta cometa, pero pensé en la verada nuevamente, en la revista no decía de que material debía estar hecha la estructura y me puse a pensar en que podía utilizar, tenía que ser liviano, resistente, barato, nada frágil y pensé en los helechos en los que se había enredado mi cometa azul que cumplían con estas condiciones.

Para llegar al Filo del Zamuro había que pasar por unos senderos donde los helechos eran como árboles, fui hasta allá y seleccioné los más largos y parejos, no tan verdes por lo pesado ni tan secos por lo frágil. Les quité todas las hojas y quedaron listas para comenzar la construcción.

En la bodega del señor Pedro la Cruz compré tres papeles de seda, uno blanco, uno rojo y uno azul, para hacer la cometa copia exacta del modelo de la revista. Allí aparecían las medidas, 1.5 x 1 m. Hice el armazón de acuerdo a las instrucciones, era inmensa. Con un cordel más fuerte salí esa tarde a buscar a mis amigos para que me acompañaran a volar la cometa y cuando la vieron entre risas y burlas me dijeron que esa cometa no iba a volar, que tenía un hueco y que además no tenía cola, yo no me había dado cuenta de este último detalle de la emoción por lo bien que me estaba quedando. Al final pensé que si en la revista no estaba era porque no la necesitaba, tampoco era una cometa común y silvestre en forma de rombo, era rectangular con un hueco en el medio. Igual, nos fuimos al Filo del Zamuro, ellos esperando para seguir burlándose y yo con algo de esperanzas.

Ya en el Filo del Zamuro, con un cordel más fuerte, esperábamos una fuerte brisa para lanzar la cometa, el momento no se hizo esperar. La cometa subió en una línea recta casi perfecta hacia atrás, el viento se la llevaba y pedía más cordel. Mis amigos, hasta ese momento esperaban mi fracaso, comenzaron a ayudarme al ver que pedía y pedía mas cordel y el enorme rectángulo azul, blanco y rojo cada vez se iba alejando. La tensión del cordel era muy fuerte, ya no podía hacer que la cometa regresara y nos estábamos quedando sin cordel. A la cometa nunca le hizo falta cola, su enorme tamaño figura conseguía equilibrio con el agujero del medio, allí estaba el secreto. Las varas de helecho hicieron lo suyo, pero quien ahora se salía de lo normal era el viento, la brisa continuaba soplando parejo, sin descanso, hasta que llegó el momento en que el cordel se acabó. No tuve mas opción que dejarlo ir, esperando a que cayera al no tener un punto de unión a la tierra. Pero creo que el viento en esta ocasión quiso quedarse con la cometa, me la quitó de las manos y la llevó hasta perderse entre la neblina lejana.
Quedó comprobado que la verada no es lo único con que se pueden hacer buenas cometas, gracias al helecho y a las recomendaciones chinas, quizás la cometa cayó en la casa del algún habitante de La Cuesta o simplemente el viento la guardó para jugar de vez en cuando entre las montañas torondoyenses.

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